David Arbona, Ciudad Alternativa
La problemática de los asentamientos humanos empobrecidos de la ciudad de Santo Domingo toman hoy en día una nueva relevancia. La Ciénaga y Los Guandules, que forman el barrio Domingo Savio, están viviendo un proceso de intervención urbana. A raíz de los pronunciamientos recientes sobre los niveles de vulnerabilidad del barrio como justificación para la construcción de una avenida y como consecuencia directa, el desalojo de aproximadamente 1,500 familias, se hace necesario que discutamos sobre el objetivo principal del proyecto.
El proyecto de intervención urbana Nuevo Domingo Savio se plantea, como uno de sus objetivos principales, “[…] abrir el barrio, conectarlo con el resto de la ciudad y hacer de él un ejemplo de orden, seguridad y buena convivencia comunitaria”[1]. Indirectamente se nos invita a pensar en la relación o relaciones del barrio con la “ciudad”, en cómo se concibe la ciudad de Santo Domingo, en las condiciones a lo interno de él que ameritan que éste se abra (como cuando abrimos la puerta para que alguien entre). Se trata, entonces, de generar las condiciones necesarias para la entrada del orden, la seguridad, la buena convivencia comunitaria, servicios básicos, infraestructuras, equipamientos sociales y comunitarios.
Estas palabras recuerdan procesos de “apertura” traumáticos para la sociedad, desde la apertura de la ciudad intramuros, a la expansión de Ciudad Trujillo, a los procesos de renovación urbana de Balaguer. Todos estos momentos de la historia de la ciudad implicaron desalojos, en muchos casos forzosos, y la expulsión de población que gozaba de algunos de los beneficios de la centralidad urbana hacia las afueras de la ciudad, en una espiral que hasta el día de hoy se sigue repitiendo, como es el caso de La Caleta o de Haina.
Entender esta dinámica, propia de la ciudad capitalista, nos ayuda, en parte, a explicar cómo es la ciudad de Santo Domingo. Hoy en día, Santo Domingo es una metrópolis que alberga dentro de sí a varias ciudades, con características, formas de apropiación del espacio, equipamientos, servicios e infraestructuras muy distintas una de otras. Esto se hace evidente cuando comparamos los núcleos urbanos que la expansión de la ciudad ha absorbido y/o generado, como es el caso de Los Alcarrizos, Sábana Perdida, Boca Chica o Santo Domingo Este. Si miramos el mapa de la pobreza publicado por la ONE en 2014 tendríamos una idea del nivel de segregación socioespacial de la ciudad de Santo Domingo.
La Ciénaga y Los Guandules se vieron insertos en esta expansión de la ciudad para mediados del siglo XX, pero sus génesis, vinculada con el incipiente desarrollo industrial en la ciudad, están mas relacionadas a la lógica de la necesidad, es decir, estos espacios han sido producidos por quienes en su momento, no podían procurar su reproducción social a través de la dinámica mercantil, o que venían ya expulsados de sus lugares de origen, principalmente de la zona sur del país y de otras partes de la ciudad.
La producción de estos barrios se ha caracterizado desde entonces por una relación violenta con el Estado. Por un lado, su ausencia determina la actual carencia de servicios básicos, infraestructura y equipamientos urbanos, así como de garantías de derechos fundamentales. Por otro lado, su presencia ha significado, en muchas ocasiones represión, no sólo la vivida durante los 12 años de Balaguer y en años posteriores con los intentos de desalojos, sino también a través de las muertes por intercambio de disparos con la policía. En parte, de ahí su condición de “informal” o marginado, de ahí su “desconexión” con la ciudad formal, de ahí su diferenciación con otros barrios “más formales” de la ciudad. Esta formalidad esta inserta principalmente en la dinámica del mercado inmobiliario financiero, y también esta determinada por el tipo de tenencia que se ejerce sobre la tierra o la vivienda.
Lo que ha primado por quienes habitan el lugar, es la apropiación social de este espacio mediante la resistencia y la lucha, de cierta manera, por el derecho a la ciudad, y no a otra ciudad lejana a ella, sino al potencial de ciudad que en ella ya habita. Esta resistencia opera directamente desde el territorio, desde abajo, pero está condicionada por prácticas dominantes que mantienen a la población arrinconada. Muchas veces las principales decisiones que se toman sobre el barrio son determinadas por el asistencialismo y el clientelismo como estrategia misma de reproducción social, y de cierto modo de resistencia, al tiempo que genera capital político a los actores que la impulsan. Esta apropiación del espacio, se da por el uso prolongado y a través de la red de relaciones que en él se entretejen, y que en el caso de muchas familias, estas redes forman parte de sus estrategias de sobrevivencia.
Resiste el/la empleado/a del colmado, el frutero, quien vende empanadas, resisten los/as niños/as utilizando las calles como plazas, los jóvenes rapiando, haciendo deportes, grafiteando, resiste el/la envejeciente y quien sufre de discapacidad, resisten bailando, resisten juntos, en el mismo lugar, intercambiando ideas y compartiendo normas relacionadas a cómo satisfacer sus necesidades, a cómo lograr su reproducción social, en todos los ámbitos de la vida. En estos barrios hay urbanidad, pero existen riesgos que vienen dados por la vulnerabilidad social en la que se vive, no hay seguridades, no hay garantías, el futuro es incierto, el conflicto y la violencia están a la orden del día y los sectores dominantes, o en mejor posición para dominar se aprovechan de esto para imponer sus prácticas y lógicas.
Por otro lado, importa mucho su ubicación geográfica. Su cercanía a la Ciudad Colonial y al río Ozama resulta estratégica para los sectores empresariales vinculados a la industria del turismo, que hoy en día se han planteado la recuperación del centro histórico y el saneamiento del río. Pero, al mismo tiempo, esta centralidad ha sido parte de su condena y además, el río también representa un riesgo. Los esfuerzos tanto de mejoramiento urbano integral (de resistencia y creación de ciudad) como de los planes de eliminación completa del barrio y su inserción al sistema turístico (Plan Indicativo de la Zona Norte) dan cuenta de esto.
Todas estos elementos convergen para producir una diferenciación entre estos dos lugares y otros de la ciudad que atraviesa el mundo de los imaginarios, es decir, las ideas que tenemos sobre ellos y cómo se plasman en el lenguaje. Se trata de la construcción en el imaginario colectivo de propiedades negativas de estos barrios. Estigmas y mitos. Es el caso de la narrativa construida alrededor de los/as desalojados/as de La Ciénaga (ver: Los nunca idos que regresan de Santiago Hirujo), la idea de que son personas que han invadido terrenos privados y por ende viven de manera ilegal en ellos, o el mito del barrio impenetrable. Todas estas ideas sirven luego para legitimar prácticas violentas contra su población, desconociendo las tramas solidarias que ellos se han venido desarrollando durante años y desconociendo, además, sus derechos.
Hoy en día, paradójicamente, la “conexión” de la ciudad con el barrio, implica nuevamente la expulsión de población que ha creado su hábitat en busca de los beneficios del centro, del bienestar. Nuevamente se evidencia la falta de una política habitacional y de una planificación urbana para sectores empobrecidos. La Ciénaga y Los Guandules no son los únicos que se encuentran en estas condiciones. Ayer un dirigente comunitario decía que era injusto tener de frente un barrio vecino que está a punto de “mejorarse” y tener la certeza de que el suyo no correrá la misma suerte.
Existen muchas inquietudes sobre el futuro de este territorio. Una de las preguntas que nos podemos hacer es si esta intervención hará ciudad, es decir, garantizará derechos básicos, bienestar, no sólo a la población que se queda sino también a la expulsada, debemos reparar el daño hecho a este territorio. Pero también, hay que cuestionarse si vamos a seguir reproduciendo una política que expulsa a los sectores más empobrecidos y vulnerables hacia la periferia esparciendo cada vez más la mancha urbana, haciendo la ciudad insostenible e inhabitable. Seguimos con una planificación violenta, dispersa e insuficiente que ignora el impacto de su ejecución en lo urbano y en la urbanidad, es decir, en cómo se vive la ciudad. Para este proyecto quisiera recordar que “la ciudad la hacen los/as ciudadanos/as” no las avenidas.
[1] Perfil del Proyecto Nuevo Domingo Savio. Página web: www.cuencaozama.com