Ahogados en el olvido

Ahogados en el olvido

Por Jenny Torres

Investigadora Social

El 24 de mayo del año 2004 es un día que quedó tatuado en la piel y el corazón de las personas de Jimaní. Jimaní es el municipio cabecera de la provincia Independencia, la cual según el mapa de pobreza 2014, construido a partir del Censo Nacional de Población 2010, tenía el 72.9% de hogares pobres y un 34.5% de los hogares en pobreza extrema. El municipio de Jimaní, lugar protagonista de esta terrible tragedia, tenía un 71.9% de hogares pobres y un 35.8% en pobreza extrema. 

La ocurrencia de la tragedia de 2004 tuvo como causa principal un parque habitacional construido sobre el cauce del Río Blanco. No fue la naturaleza, fue la improvisación de siempre y el descuido que suelen tener las autoridades cuando se trata de comunidades empobrecidas y excluidas. 

La prensa cuenta que alrededor de 400 personas murieron ese día. La gente en Jimaní dice que nadie sabe eso con exactitud. Pero de lo que sí estamos seguras es de que la herida de contar muertos, de reconocer amigos, de lavar las caras de niños, parientes, sigue abierta. Cubierta por el olvido y la terrible necesidad de seguir adelante sin que la estela de dolor de esa madrugada estrangule la existencia. 

Jimaní ha sido cubierta de olvido, desdén y abandono. Ninguna política pública fue impulsada para intentar sanar ese dolor colectivo que sigue vivo en el cerebro, en la piel, en la sangre. En los recuerdos dormidos, en las pesadillas, en cada 24 de mayo, pero también en cada gota de lluvia. 

Ese dolor colectivo sigue presente en la negación presupuestaria, en la ausencia de prácticamente todos los servicios básicos dignos, en el enorme déficit habitacional ubicado en alrededor de 70.35% de las viviendas.

El dolor colectivo persiste y se profundiza en esa socialización de las ausencias, en crecer sin un futuro posible, sin canchas, sin teatros, sin bailes, sin cantos, sin piano ni guitarra; con alguna que otra “sinfonía” itinerante cuando se quiere “democratizar” la cultura. Pero con el peso del rechazo a la identidad negra que parece justificar la no inversión en este territorio. 

Con más de un 70% de hogares en pobreza monetaria, persistente, agravada por la distancia y sellada por el estigma de “pueblo fronterizo”, Jimaní sobrevive porque la gente es atrevida y sigue apostando a soñar. 

Jimaní está en pie porque existe una fuerza indetenible capaz de seguir buscando formas en medio de la aridez del suelo y la ausencia de posibilidades de empleo. 

Jimaní está aún en el mapa porque: el profesor, la enfermera, la joven de la cafetería, el chico del mercado, los niños de las chichiguas, el “mini guía”, la ama de casa, el motoconchista, el buscón de malpaso, la cocinera del puesto ambulante, la señora no vidente que campeó el río aquel 24 de mayo, la abuela que cierra los ojos y sigue dando gracias y los niños, sobre todo los niños, tienen la osadía de sonreír y de creer en la belleza de la vida. Creen que sí, que hay futuro, que el 24 no los define sino más bien los ratifica como pueblo bravo y pueblo que saca de abajo. 

Pero no porque el presupuesto, el congreso, el ejecutivo y el ayuntamiento les tenga en algún rincón de las políticas públicas. Jimaní ha sido negado y aquella tragedia la siguen repitiendo “de a poquito” todos los días en medio de exoneraciones escandalosas, cofrecitos y barrilitos que quieren seguir enraizando la dependencia. Y se atreven a invertir en una verja perimetral que lejos de ayudar, pone en riesgo la única fuente de ingresos y empleos que le ha sido fiel: el intercambio con Haití. 

En este mes urbano, queremos gritar junto al pueblo de Jimaní por un presupuesto 2022 que incorpore la tan necesaria y esperada resignificación del hábitat, el impulso de un política de sanación integral, una política de empleo que no esté pensada para enriquecer empresas, el establecimiento del equipamiento justo que garantice el derecho al deporte, al ocio, al canto, al baile. El derecho a ser y a soñar.

Es hora de que nos volvamos a volcar sobre Jimaní pero no desde la caridad ni pintando murales en los tanques. Es hora de volcarnos hacia Jimaní desde el derecho. 

  • Ricardo Gonzalez

    Excelente descripción de la realidad de una población que históricamente ha vivido sin la protección de un estado que funciona para proteger el negocio de unos pocos y violentar el derecho de sus ciudadanos y ciudadanas a través de la exclusión y la explotación laboral, si es que tienes esa suerte.

Ahogados en el olvido

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